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Un día como hoy, hace tres años, conocí a la hermana de mi compañero de laburo.
No esperaba encontrarme con lo que me encontré...
Era una de las mujeres más hermosas que había conocido en toda mi vida.
La piel de porcelana... El cabello enrulado de color chocolate todavía lo tengo en mi retina.
Cualquier cosa que escuchaba acerca de ella, era bueno.
Un millón de sensaciones se me encontraron en el mismo instante y en el mismo lugar.
No había manera de explicarme ni a mi mismo todo ese brote exuberante, al que sólo podía llamarlo Amor.
Lo que ninguna mujer me había trasmitido en 26 años ella lo había logrado en un instante.
Y en mi vinieron un montón de preguntas...
¿Qué hago? ¿No es acaso una locura?
¿Por qué me tiene que estar pasando esto a mi?. ¿Y a quién se lo cuento?.
Nunca supe qué hacer con todo eso que encerró mi corazón aquella madrugada...
Hasta hoy...
Hoy elijo que todo aquello salga en forma de letras para armar las palabras que jamás pude decirle.
Palabras que quedarán por siempre pululando en el eter.
Palabras que pasarán al olvido, cuando termines de leer esto.
Palabras que nunca pudieron ser más que eso.
Palabras que se negaron a formar parte de un abrazo. Palabras que nacieron para morir en unos párpados.
Palabras que duelen sólo de escribirlas... Palabras que apuñalan sólo con imaginarselas.
Hoy elijo echar a volar todo este sentimiento absurdo.
Pensar que no tuve ni siquiera el color de su voz.
Hoy decido finalmente, que todo ese amor se conserve en aquella casa velatoria. Donde te conocí.
Acostada pensando en algo mejor.
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