Hogar... Dulce hogar...

Y acá me encuentro...
En otro piso... Con otras paredes... Con otra vista, otra mirada.
Con lo completo desconocido, pero al lado de lo que nació conmigo.
Son un sin fin de situaciones, sensaciones diferentes.
La ciclotímia a su máxima expresión.
Una sensación de apresamiento y al mismo tiempo de libertad.

Es la primera vez que sé, que veo, puedo hacer muchísimas cosas. Pero también es la primera vez que algo depende pura y exclusivamente de mi.
Y voy a la cotideaneidad... En la vida en general tengo a quien me ayude con estas cargas.

Sé que se vienen tiempos GRANDES.
Buenos tiempos... Buenos días, buenos años. Lo sé.
Pero también sé que mi cabeza es una licuadora, con poquísimas ganas de dejar de girar. Y a veces va tan rápido que forma circulos y de tan veloces que son, se duplican, y giran en paralelo, y puede que en algún momento mezclen la alegría con el pánico.

No pido que me entiendan... Creo que jamás lo pedí verdaderamente.
No sé porque, siempre consideré imposible de entenderme. Porque ni yo lo hago. Y esto no es frase hecha.
Realmente no me entiendo y no puedo, desde ningún punto de vista, obligar o siquiera pedirle a otro que lo haga. Sería hasta hipócrita. Canalla. Y todas esas cosas...
Simplemente pido que me acepten.
(carita de ángel)

Todos pedimos que nos acepten, ya sé.
Vivimos mendigando aceptación SIEMPRE de algún cristo.
Cuando no es la aceptación de la mamá, es la de la abuela. Sino la de la hermana, sino la de tu novia. O la de tu amigo.
Siempre caminamos tras la aceptación de alguien. Y hasta me atrevería a decir que esa es nuestra zanahoria.
No sé en el final la aceptación de quién buscaremos, nosotros los NO creyentes.
Pero eso da para otro post.

Yo, me creo con derecho suficiente de pedir que se me acepte.
No lo veo para nada descabellado, viniendo de una mujer, hoy ama de casa, que hace los quehaceres del hogar, los quehaceres maternales y los quehaceres ma-ri-ta-les.
Atiendo a todos, Señor.
Me parece que no es inapropiado que pida fervientemente, una sola cosa: que me acepten.-

No cuesta nada, che.
No podemos ir por la vida queriendo convencer a todos de nuestra postura, por favor.
Aceptemos al que piensa diferente con una sonrisa, sin olvidarnos de dar a conocer nuestro punto de vista si se quiere, pero aceptando finalmente lo que el otro opina sin decir ni MU. Carajo.
Sin armar juicio de valor. Sin enjuiciar a nadie, ni a nada.
Sin ponernos en el escalón de la soberbia para dar cátedra de un tema que EN NUESTRA VIDA hubieramos tocado a no ser por esa persona que lo trajo a cola.
Así, de ese modo, nos convertimos en una combinación de jodidos, boludos e ignorantes LETAL.

Vamos a toparnos con gente que sepa más que nosotros.
Pero también sabemos más que otros.
Lo que nunca vamos a encontrar es a alguien que sepa todo. Y nunca nos vamos a convertir en uno de ellos.

Si aceptaramos más, muchos de nuestros problemas no existirían.