· Lo que sabemos es una gota de agua; lo que ignoramos es el océano ·

Tuve una epifanía.
Estaba caminando por un lugar, al que jamás había ido.
Repleto de autos, locales, y muchísima gente.
De repente, en la multitud, apareció él.
Caminando como todos pero con algo diferente. Tan distinto que me hizo notar que estaba ahí.

Los autos empezaron a irse, la gente empezó a ser menos. Los locales bajaban las persianas.
El se paró en frente mío, y sin decir una palabra sentí que con su mirada atravesaba mi mente.
El viento pasó a ser brisa.
La tarde que desprendía colores blancos amarillentos terminaron siendo naranjas.
Las veredas angostas terminaban siendo una gran avenida pero sin autos, ni cordones.

Su mirada, esa que había empezado siendo una puntada en el medio de mi frente, terminaba cubriendome por completa.
Por un instante sentí ver eso que él veía. Por un instante sentí sentir como él sentía.
Y todo eso se me hizo tan familiar...

Siempre sabemos que aquél piensa parecido a nosotros porque nos lo hace saber. Porque comenta, porque nos cuenta, porque asiente eso que le decimos.
Pero esta vez no sólo pensaba más que parecido a mi, sino que no me había dicho ni una sola palabra.

La única diferencia que había es que él miraba hacia un lado, yo hacia el otro, pero de la misma manera.
Era yo... Pero con otra vida. Con otras experiencias. Con otras aspiraciones, otros deseos.

Bastó con un paso hacia la derecha de cada uno, para retomar el camino que haciamos.
Ni yo me di vuelta para ver "qué era", y estoy segura que él tampoco lo hizo.
Y volvieron los autos, los locales abiertos y la multitud.
Aunque creo que sólo para nosotros habían desaparecido.

... Estaba caminando por un lugar al que jamás habia ido... Y hasta ahí, me encontré.

No hay comentarios:

Publicar un comentario