· Señor, las tristezas no se hicieron para las bestias, sino para los hombres; pero si los hombres las sienten demasiado, se vuelven bestias ·

¿Qué hacer cuando se pierde la razón?.
Qué hacer cuando el instinto queda a flor de piel y sólo nos queda transitar...?
¿Qué hacer cuando todo ese dolor se convierte en odio?.

¿Alguien está ajeno a ello?. ¿Existe alguien que pueda decir "Sé medir mi sufrimiento para no convertirme en una bestia"?.

El dolor llega, se instala en nuestra vida y pocas veces sabemos cuánto tiempo va a quedarse.
Nos convertimos en bestias insensibles. Nos acercamos a la esquizofrénia. Nos volvemos algo neuróticos.

No tenemos manera de llegar al otro... Y muchas veces, tampoco tenemos intención.
Pasamos de ser personas incomprensibles a Bestias impenetrables.
Y se convierte en algo tan natural que nos es inevitable preguntarnos si realmente esa no será nuestra esencia.

Batallamos y ganamos: es imposible no hacerlo.-
Todo ese dolor se convirtió en fuerza y lo único que nos importa es lograr la victoria.
Sólo tenemos aquél objetivo y lo conseguimos.
Nos importa poco lastimar al otro, sólo no queremos que nos vuelvan a lastimar.
No queremos perder ante aquél que siempre, aunque desconocemos su intención, se convierte en nuestro enemigo.

Hasta que un día nos toca pelear con ese al que nadie puede ganarle.
Nos sabemos capaces y es ahí cuando creemos que en esa pequeña aventura vamos a salir airosos.
Pero él tiene una buena estrategia, logra desconcertarnos y hacer que bajemos la guardia.
No se presentó ante nosotros como tantas veces, sino que ahora su discurso, su pelea fue otra.
Nos dejamos seducir y por un instante nos creimos sensibles ante aquél sentimiento.
Jugamos con la idea de que todo fuese distinto y hasta suponiamos que esa bestia en la que nos habiamos convertido dejaría de existir.

Pero confiamos demasiado.
Creimos más de la cuenta y terminamos derramando más sangre de la que hubiesemos querido derramar.
Aquello que antes no dolía ahora lastimaba y mucho.
Ese placer que nos regalaba la soledad, cuando bestias, hoy se convertía en angustia.

Antes pensabamos métodos para acorralar a nuestro adversario. Ahora sólo buscabamos una salida.
Y llegamos a cuestionarnos, si por ser Bestias es que nos dolía más.

Por habernos olvidado aquél inmenso dolor que causa ese sentimiento y hacer que se vuelva desconocido para nosotros.
Por haber tenido excesíva confianza en nuestra pelea y suponer, nada nos podía ganar.
Por no tener como opción la derrota. Por confiar en nuestros golpes... Pero sin recordar los del otro.
Quizá, de no haber sido Bestias... El dolor hubiese sido menor.

Nos rompemos la cabeza intentando entender qué pasó. En qué momento bajó nuestra guardia. Porqué. Para qué.
No ocupamos nuestro tiempo más que en buscar una salida. Hasta contemplamos la posibilidad de escaparnos. De huir y quedar como cobardes.
Nada nos importaba, sólo no sentir dolor.

Hasta que terminamos dandonos cuenta que ser Bestias era sólo una sensación.
Ser Bestias era tener muchísimo dolor encima y no encontrar otro modo de canalizarlo.
Ser Bestias era no tener que pensar, no tener que sentir, sólo transitar con toda esa fuerza y ganarle a cuanta cosa se nos cruzaba.

Bestia nos veia aquél, desde su lente.
Bestia era esa imagen que queríamos brindar cuando en realidad eramos Seres sensibles y con muchísimo miedo.
Miedo a la derrota, a la desolación.
Bestia era esa coraza que se había convertido impenetrable.

Pero Bestial e irracional era todo aquello que sentiamos.

Una sola conclusión se desprendía de nosotros:
Aquél adversario era capaz de dejarnos en la oscuridad y de un momento a otro mostrarnos la más fuerte luz para terminar dejandonos completamente ciegos.
De por vida teniamos una derrota asegurada.


¡Oh Amor Poderoso¡
Que a veces hace de una bestia un hombre, y otras, de un hombre una bestia.
William Shakespeare

No hay comentarios:

Publicar un comentario